lunes, 22 de junio de 2009

Un día en las carreras VI: Best pacesetter ever!

Cuando empezó esta temporada me las prometía muy felices. Tenía los objetivos más o menos claros: la Meia Maratona de Portugal en otoño, en primavera repetir experiencia en MAPOMA intentando bajar de 3h30m y si me quedaban fuerzas empezar a probar alguna carrera de montaña de ésas que tanto me llaman la atención. Pero llegaron las lesiones, la rehabilitación y la desesperación al ver que ésta no daba los resultados esperados.

Así que tocó mostrar un mínimo de sensatez por una vez en la vida y asumir que las cosas no iban a salir como había planeado. Cuando ya empezaba a temerme que éste iba a ser un año de transición carente de cualquier objetivo al final surgieron dos planes muy interesantes.

El primero fue ayudar a Rubén a preparar su primer MAPOMA. Desgraciadamente la incompatibilidad de horarios y una racha de lesiones no me permitió acompañarle todo lo que me hubiera gustado. Pero le ofrecí mi limitada experiencia y le aconsejé en la medida de mis posibilidades, así que cuando el último domingo de abril llegó por debajo de 4h al Retiro no pude evitar sentirme en parte orgulloso.

En el segundo plan sí me pude implicar más. Cuando estuvimos en la feria del corredor del MAPOMA de este año, de entre todos los panfletos que nos dieron a Anabel y a mí nos llamó especialmente la atención uno sobre la primera edición de La carrera de Madrid. La prueba era relativamente original (ya se había hecho en más ciudades importantes como por ejemplo Londres) y consistía en que dos equipos representando cada uno de ellos a una mitad de la ciudad compitiesen entre sí para ver cuál hacía una media de tiempo más baja en meta.

El asunto nos hizo gracia y decidimos que ése fuese el debut en 10K de mi no-tan-joven padawan. Y dado que mi estado de forma hacía absurdo que intentase mejorar mi MMP en esa carrera a pesar de su supuesto trazado benévolo, decidí que mi papel en ella sería el de liebre para ayudar a la susodicha a bajar de una hora. Y ya metidos a decidir, decidimos correr defendiendo los colores del sur en honor a mi recién estrenado orgullo chamberilero.

Tras un entrenamiento pelín escaso, para qué engañarnos, nos plantamos ayer domingo en la línea de salida con cuatro horas de sueño mal contadas y el bandullo bien llenito del sushi zampado la noche anterior listos para afrontar un doble debut. Ella en un 10K y yo estrenando mi condición de liebre.

Nada más darse la salida empieza el engaño. A pesar de que Anabel no para de rosmar que no baja de una hora ni de coña yo empiezo a tirar a aproximadamente 5'50''/km. La primera mitad de la carrera pasa sin pena ni gloria, y el kilómetro cinco tenemos la primera prueba de que esta carrera es una chapuza monumental: el avituallamiento líquido prometido está agotado. Algo imperdonable para una carrera en Madrid en junio. Afortunadamente llevaba conmigo un bidoncito de medio litro que nos sacó del apuro.

Una vez llegados al kilómetro 7 las cuentas para bajar de una hora me empiezan a salir. Tenemos colchón para cubrirnos las espaldas contra una hipotética pájara o para intentar bajar de 58' si mantenemos el ritmo. Decido informar por primera vez a mi compañera de la posibilidad más que real de lograr el tan ansiado objetivo, y le pido que eche el resto en los 3K miserables que nos quedan. Justo en ese momento adelantamos al capitán de nuestro equipo. Un supuesto famosete llamado Poty, que a pesar de lo que sugería su nombre no zas zas zas lanzaba rayos... El pobre era un guiñapo sudoroso que no podía con su alma, y le dimos unos pocos ánimos.

Coincidiendo con el octavo kilómetro estaba el mayor obstáculo del camino, la cuesta del ángel caído desde la que accedíamos al Retiro. Cuando la veo a lo lejos le paso el bidón de bebida a mi liebreada para que mientras está entretenida bebiendo no le dé vueltas a la cuesta que se le viene encima. Al final la cuesta en sí no supuso mucho problema, pero el verse todavía a más de un kilómetro de la meta sí lo fue. Tuve que tirar con fuerza de ella para que no tirase la toalla, y al final salimos del noveno kilómetro marcando el peor parcial de la carrera.

Al final toda mi palabrería barata dio resultado y el último kilómetro resultó bastante más potable. Al ver la meta en el horizonte apuramos el ritmo, y la cruzamos en unos muy decentes 57'37''.

Terminé la carrera con una sensación nueva para mí. Una especie de orgullo al ver a mi padawan cumplir sobradamente los objetivos marcados, y saberme en parte responsable de ello. Al final ser liebre resultó ser una actividad bastante más entretenida de lo que me había imaginado.

Al final logré cumplir los improvisados objetivos que me marqué. Ahora toca recuperarse al 100% y buscar algún nuevo reto a medio plazo.

Mmm... ¿Alguien se anima a correr 42K de noche por Bilbao? :P

Ah, casi se me olvidaba...

ENHORABUENA

2 comentarios:

Mattie dijo...

Tengo el honor de otorgarle el galardón a la mejor liebre de la historia de las liebres. En reconocimiento a su dedicación y esfuerzo no sólo durante la carrera sino también durante los entrenamientos.

:D

Lis dijo...

Apfff... Es que releo este post y me da vergüenza lo cutre que quedó. Si ni siquiera comenté que el SUR ganó.

Perdón... GANAMOS :P