viernes, 6 de agosto de 2010

Lamentaciones de un prepucio

Cuando me preguntan por mis gustos sobre libros suelo responder que éstos son bastante eclécticos, ya que comprenden un espectro amplísimo con extremos situados en la ñoñería y la sordidez.

Por una parte adoro las pasteladas japonesas de Murakami y compañía. Me fascina, por ejemplo, Al sur de la frontera, al oeste del sol, donde un hombre casi cuarentón descubre que el único momento verdaderamente feliz en su vida fueron los breves minutos que caminó cogido de la mano de su amor platónico cuando tenían doce años. Aunque no lo creas, en el fondo son oscuras historias sobre decepción y dolor... ¿Cuela?

En el otro extremo de mis gustos están las sordideces anglosajonas, que en muchas ocasiones nacen de las plumas de escritores de origen judío. Y es que una formación en la ortodoxia judía, habiéndose pasado la infancia educado en el terror a ese Dios ultraviolento retratado en las sangrientas páginas del Pentateuco es un caldo de cultivo de complejos y frustraciones excelente que, combinado con un mínimo de talento artístico, puede fabricar adultos como Woody Allen, Philip Roth o, el que ahora nos ocupa, Shalom Auslander.

Lamentaciones de un prepucio son unas memorias noveladas en las que el autor reflexiona sobre la conveniencia o no de circuncidar a su primogénito que está a punto de nacer, mientras repasa su traumática infancia y adolescencia y nos explica cómo encontró una válvula de escape a su estricto entorno en aficiones tan poco kosher como la pornografía, la marihuana y los perritos calientes. Tremendamente divertidas y con dosis de irreverencia de gran capacidad escandalizadora. Lúcidas y amargas, pero con una puerta abierta a la esperanza.

Con grandes momentos como:
De joven, me decían que cuando muriera, me llevarían a una enorme casa de oración, llena de miles de judíos que habrían nacido si yo no los hubiera matado, no los hubiera desperdiciado, no los hubiera limpiado con un calcetín sucio durante el repugnante fracaso de mi despreciable vida (hay más o menos 50 millones de espermatozoides en cada eyaculación; lo que hace un total de nueve Holocaustos en cada paja. Estaba alcanzando la pubertad cuando me lo contaron y cometía ese genocidio, de media, tres o cuatro veces al día)

O como:
La Torá nos dice que cada día Dios nos pone a prueba. A veces la prueba es una rodaja de pizza no kosher. A veces son las habladurías. Y a veces es una revista llamada Orientales afeitadas

Una de las mejores lecturas de lo que llevamos de 2010, o incluso me atrevería a decir que la mejor. Recomendado en extremo.

Mención especial para la editorial Blackie Books por su rapidísima y amable respuesta cuando les solicité que me hiciesen llegar por mail un PDF con la página 69 que en mi edición no aparecía. La 69 precisamente... No puede ser casualidad, una muestra más de Su carácter vengativo.


Aprovechando que hablo de libros, no puedo evitar comentar que hoy me he enterado de que la Librería Michelena, la más mítica de mi Pontevedra natal, echará el cierre en breves. Noticia triste y un pelín desesperanzadora...

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