lunes, 27 de abril de 2009

MAPOMA 2008: Director's cut

Hoy es el primer aniversario de mi debut en maratón. Me he tenido que comer con patatas las ganas de repetir experiencia este año por culpa de las putas lesiones. Mi segundo asalto a la distancia de Filípides queda en principio retrasado hasta MAPOMA 2010.

Aprovechando la efemérides voy a colgar la crónica que envié por correo a algunos amigos varios días después de la carrera. Volverla a leer después de todo este tiempo me ha traído muy buenos recuerdos...

Han pasado ya varios días desde el Maratón de Madrid y a pesar de que muchos de los que recibáis este correo ya me habréis tenido que escuchar hasta la saciedad contando batallitas sobre la carrera, he decidido escribir de una vez una crónica de la misma. Quizás más por mí mismo que por vosotros, para ir ordenando mis ideas y asumiéndolo poco a poco. Tranquilos, os prometo que esta vez va la vencida. Después de escribir este ladrillo me propondré seriamente dejar de ser tan monotemático ;-)

Así que imprimid este correo, encuadernadlo con unas señoriales tapas de piel dignas de la gesta que en él se narra y repanchingaos en vuestro sofá favorito mientras leéis con silenciosa devoción esta churchilliana historia de sangre, sudor, lágrimas y fatiga.

Esta locura comenzó hace poco más de un año, concretamente el último domingo de abril. Me llega un SMS de Nacho diciéndome que están retransmitiendo el Maratón de Madrid en Telemadrid. Yo también lo estaba viendo, y le contesto que el año que viene en lugar de verlo lo que tenemos que hacer es correrlo. No recuerdo hasta qué punto me creí esas palabras en su momento, pero según se acerca el verano cada vez voy estando poco a poco más convencido. A finales de julio empezaron mis problemas de rodilla que me tuvieron más de un mes en un dique seco que me hacía subirme por las paredes de pura desesperación. En septiembre, con una incómoda rodillera protegiendo mi menisco, volví a correr con un claro objetivo a largo plazo. Había que correr el Maratón de Madrid de este año. Todos los kilómetros que he acumulado desde entonces me han ido llevando inexorablemente camino de la llegada al Parque del Retiro.

Poco a poco se iba acercando el gran día, y cada vez estaba más nervioso. A partir del miércoles anterior me convertí en un saco de nervios. Incluso me costaba dormir. Estaba a la vez aterrado e impaciente. Quienes conviven conmigo se vieron condenados durante esos días a soportar mis neuras y cambios de humor. Tan pronto estaba eufórico como asustado. En un momento dado me imaginaba llegando a meta con los brazos en alto y apenas un minuto después me veía tirado en una cuneta lamentando mi fracaso. Los nervios del primerizo, supongo.

Por fin llegó el sábado. Día D-1. Acompañado de Anabel (a quien todavía no sé cómo engañé para venir a esto) voy a la Feria del Corredor a recoger mi dorsal. Un número bonito, por cierto: el 7275. Una vez con el dorsal y la bolsa de regalitos en nuestras manos vamos a la Pasta Party a jalarnos un plato de macarrones que parece no tener fondo. Es ahí donde Anabel desarrolla su teoría para distinguir entre corredores y acompañantes. Y la verdad es que lo clava. La mayoría parecemos hechos con el mismo molde. Cara quemada por el sol y peinado "funcional", entre otros rasgos, nos distinguen. Una vez terminamos en la feria volvemos al centro. Un poco de frikerío por la tarde y a la noche voy con David, Débora y Nacho a zamparme uno de los míticos bocatas sobredimensionados del Pezcador. No tengo ningunas ganas de comer pero me obligo a hacerlo porque sé que mañana necesitaré hasta la última caloría. Es ahí donde mis nervios tocan techo. Estoy sentado en el bar con la mirada perdida, dándole vueltas a lo que me espera. Vuelvo a casa de David y Débora, mis amables anfitriones, e intento infructuosamente dormir. Me cuesta horrores, y cuando lo consigo es a tirones de apenas una hora. Cada vez que me despierto compruebo compulsivamente si el despertador está bien puesto.

Poco después de las siete de la mañana me despierto por última vez. Ya no tiene sentido seguir dando vueltas en la cama y me levanto. Es ése el momento exacto en el que mueren mis nervios. Una vez me veo preparándolo todo (bebida en el cinto de hidratación, un par de geles en el bolsillo, pulsómetro con todos sus complementos, gafas, gorra...) me concentro totalmente en la carrera. Había pensado tanto en este día que hago todo de una manera casi mecánica. A las ocho y veinte de la mañana salgo de casa de éstos. La gloria del finisher o la vergüenza del quitter me aguardan. Ha llegado la hora de la verdad.

Cuando llego a la salida en Recoletos me asombro ante la horda de corredores que están meando en cualquier lado. No hay pared, caseta o árbol que se libre de servir de improvisado WC. Esto se repitió también a lo largo de la carrera y nunca llegué a entenderlo de todo, pero a la gente no parecía sorprenderle. En fin, amigo Sancho, cosas veredes...

Busco entre la masa humana un lugar en el que poder colocarme para tomar la salida y, como viene siendo tradición, empiezo más detrás de lo que me gustaría. Los globos de los pacemakers (lo que vienen siendo las liebres, pero es que me encanta cómo suena en inglés :P) de 3h30m, a quienes pretendía seguir al menos durante el primer medio, me pillan demasiado lejos. De hecho estoy mucho más cerca de los de las cuatro horas. Una vez más me tocará ir esquivando gente en los primeros kilómetros. Debería plantearme de una vez el ir a las salidas con un poco más de tiempo.

Tras apalancarme en mi retrasada posición de salida me dedico a contemplar el paisaje humano que me rodea. Hay de todo. Un señor disfrazado de Groucho que según me contaron después se dedica a ir por las carreras marcando el ritmo a los novatos y un batallón de la brigada paracaidista, con su estandarte y todo, es lo que más me llama la atención.

Poco después de que la Patrulla Águila dé una pasada por encima de nosotros dibujando en el aire los colores de la bandera de España se inicia la prueba. Tardo casi dos minutos en poder pasar bajo el arco de salida. Aprieto el botón de start en el pulsómetro y empieza el baile.

De los primeros kilómetros pocos recuerdos guardo. Voy adelantando corredores más lentos buscando mi sitio en un pelotón todavía demasiado compacto como para poder ir cómodo. A los cuatrocientos metros adelanto a una corredora que va haciendo marcha atlética y se me escapa una sonrisilla recordando las coñas que llevaba haciendo durante toda la semana con mis compañeros de clase. Decía que iba a darle una colleja a cada uno que adelantase... Total qué van a hacer, ¿perseguirme andando rápido? xD Lo que más recuerdo de esta fase de la carrera es que a pesar de no hacer un calor excesivo pega un sol de justicia. Recuerdo el calor sofocante que tuvimos que soportar el sábado y me asusto un poco al pensar que tal vez las previsiones de cielos nublados estén equivocadas. Afortunadamente no lo estuvieron :D

En el kilómetro diez recibo la primera señal de que las cosas van más o menos bien. Paso por el control en 50'16'', casi a cinco el kilómetro. He conseguido evitar que la emoción de la salida me haga llevar un ritmo demasiado elevado que posteriormente me pase factura. Estoy tan contento que exclamo un sonoro "¡coño, bien!" cuando veo el tiempo en el pulsómetro.

Llega el kilómetro 13 y con él la Calle Guzmán el Bueno, donde vive Nacho. Todavía empijamado me saluda desde la ventana de su casa, lo que aunque parezca mentira me da bastantes ánimos. La casa de David y Débora está a menos de un kilómetro de ahí y Nacho llama a David para avisarles de que enseguida pasaré por ahí. La anécdota aquí es que David era mi teléfono de emergencia en carrera y cuando Débora escucha que suena se lleva un susto curioso. Cuando me lo cuentan después de la carrera me parece fatal. ¿Creían que me iba a morir cuando llevamos poco más de una hora de carrera? Su falta de fe me resulta molesta :P El caso es que Nacho les da el recado y me ven desde la ventana de su casa. Yo a ellos no. Cachis.

Poco antes del kilómetro 16 llega el primer momento memorable. Se sale de Fuencarral hacia Gran Vía por un estrecho pasillo totalmente rodeado de gente animándonos. Ayuda, e inconscientemente apuro un poco el paso. Pero eso era sólo un anticipo de lo que nos esperaba en Sol, tras haber pasado bajo el arco del kilómetro 16 en Preciados. El Kilómetro Cero está atestado de público. Hay una charanga tocando música e incluso un speaker. Tremenda fiesta. Saludo a una cámara de Telemadrid, aunque parece ser que estaban demasiado ocupados siguiendo a Chema Martínez en cabeza de carrera como para sacarme a mí :)

Dos kilómetros después (a partir del 18) llega la calle Ferraz, en la que soy consciente por primera vez de que esto no es ninguna broma. Me enfrento a la primera cuesta que me hace echar el resto. Busco a Tere entre el público sin éxito. Al final parece ser que bajó en pijama a ver si me veía bastantes minutos después de que yo cruzase su calle. No sé para qué les mando un correo diciéndoles a qué hora pasaré por sus casas :P

Después de Ferraz llega una bajada bastante pronunciada hacia el Parque del Oeste donde nos espera el medio maratón. Paso en 1h45m05s, clavando el parcial que me había propuesto.

Callejeamos varios kilómetros más sin mayor novedad y en el kilómetro 24 entramos en la Casa de Campo, una zona estratégica de la carrera. El entorno es agradable y hay que tener en cuenta que la mayoría de los corredores madrileños entrenan aquí, así que buena parte del pelotón corre como en casa. La parte mala es que está prácticamente desierto de público y la cosa por momentos recuerda más a un entrenamiento en grupo que a una carrera. Hay que luchar por mantener la concentración.

Es aquí donde me tomo el gel de glucosa y cafeína que me ayuda a recuperar parte de las fuerzas que empezaban a flaquear. Gracias a él salgo del parque con dignidad.

Salimos de la Casa de Campo en el kilómetro 30 y hasta el 35 corro con unas sensaciones inmejorables. Me siento fuerte y cometo la sobrada de pensar que esto no es para tanto. Los tiempos de paso por el 30 y el 35 son 2h30m11s y 2h55m26s. En el 35 pienso que si aprieto un poco puedo bajar de 3h30m. De haber tomado esa decisión estoy convencido de que acabaría viéndome obligado a abandonar. Afortunadamente he estudiado el trazado y soy consciente de que los últimos siete kilómetros pican hacia arriba. Decido mantener el ritmo y parar el crono cuando sea, sin forzar. Eso me salva la carrera.

El trazado efectivamente empieza a ser cuesta arriba. Lo voy subiendo sin mayores problemas pero poco a poco me voy hartando de esa cuesta interminable. Empiezo a adelantar a gente que va caminando y el trasiego de unidades del SAMUR es cada vez mayor. Ver tanto sufrimiento alrededor hace que la carrera sea, si cabe, un poco más difícil. Buena prueba de la dureza de estos últimos kilómetros es que en ellos asciendo casi trescientos puestos en la clasificación. Como se dice en la jerga, voy pisando cadáveres.

Al pasar bajo el arco que marca el kilómetro cuarenta empiezo a desesperarme. Seguimos subiendo y las fuerzas flaquean ya demasiado. Empieza mi descenso (o más bien ascenso) a los infiernos. Voy subiendo la Avenida Menéndez Pelayo totalmente roto. Cada paso que doy me supone una cuchillada de dolor en unos cuádriceps que amenazan con decir basta más pronto que tarde y el pulsómetro marca una preocupante frecuencia cardíaca del 96% de la máxima. Lo único que me funciona es la cabeza, que se niega a rendirse a menos de dos kilómetros de la llegada. Por si fuera poco llevo los pezones en carne viva por culpa del rozamiento y dos manchas de sangre mezcladas con sudor adornan mi pecho. Me lamento demasiado tarde de haber rechazado sistemáticamente la vaselina que amablemente me ofrecían en cada avituallamiento unas sanitarias en patines, en una de las situaciones más sórdidas que he presenciado en mi vida :P

En el último avituallamiento me hago con una botella de medio litro de Powerade. Voy cargando con ella y dándole pequeños sorbos hasta que decido tirarla porque pesa demasiado. Ese detalle explica mejor de lo que yo podré describir jamás lo destrozado que voy.

Por fin termina Menéndez Pelayo y un breve paso por O'Donnell nos lleva hacia la entrada del Parque del Retiro. Es en este brevísimo tramo cuando soy consciente de que lo he logrado. La gente anima como loca y se me escapa la primera lagrimilla.

El último medio kilómetro de carrera por el Parque del Retiro lo disfruto como no he disfrutado absolutamente nada en mi vida. Soy simplemente feliz. Olvidados quedan los dos últimos kilómetros de infierno. Las sensaciones que me invaden compensan eso y más.

Cruzo la meta en 3h34m13s y tantas emociones tienen una consecuencia lógica: rompo a llorar. Lo he logrado. Meses de ilusión y entrenamiento han dado sus frutos. Todavía con lágrimas en los ojos un sanitario me cubre con una "manta" (un plástico cutre de Ibercaja, pero que cumplió su función) para que no me enfríe y, cual superhéroe en horas bajas patrocinado por una caja de ahorros, me dirijo hacia los puestos de comida y bebida para empezar a reponerme cuanto antes.

Antes de abandonar la zona de meta recojo mi medalla, de una calidad similar a la de una moneda de chocolate de gama baja. Estiro un buen rato y me arrastro hacia la boca de Metro más cercana.

Todavía disfrazado de SuperIbercaja llego a casa de David y Débora, donde también está Nacho, y hago la que yo creo una gran entrada dramática. Yo juraría que cuando crucé la puerta hice una emocionante pausa y mientras ellos tres me miraban espectantes les dije "soy maratoniano". Parece ser que en realidad cruce la puerta gritando eso. La emoción me pudo :P

Me ducho y vamos a comer. Andando. Ya que estoy, qué más dará... En el Gallego disfrutamos de la victoria de Kimi mientras poco a poco voy recuperando parte de las 3500 calorías que dejé en el asfalto madrileño.

Volví a Villanueva poco antes de cenar y desgraciadamente no pude echarme a dormir a pierna suelta, sino que tuve que ponerme a terminar el maldito trabajo de Antenas. Entre pitos, flautas, entregas y parciales hemos llegado a miércoles y todavía no he podido descansar como dios manda. Menos mal que llega el puente para recuperarse a gusto.

Hoy por fin han desaparecido las molestias físicas. El lunes y el martes tenía los cuádriceps tan machacados que bajar unas escaleras era una misión casi imposible. Aunque la verdad es que me temía una "resaca" más severa, así que tampoco hay demasiada queja sobre esto :D

Y llega el final de este ladrillo. Si has sido capaz de llegar hasta aquí, enhorabuena.

Por último, quiero dar las gracias a todos los que en mayor o menor medida han puesto su granito de arena en esto:

  • David, Débora y Nacho. Sin su apoyo logístico en forma de alojamiento y plaza de aparcamiento esto no hubiera sido posible. Por muchas veces que les dé las gracias, nunca será suficiente.
  • Anabel. Por venir a la Feria del Corredor y a la Pasta Party. Además en los días previos a la carrera su afán procrastinador le llevó a acumular más conocimientos sobre la carrera que yo mismo, lo que en algún momento le sirvió para resolverme dudas.
  • Mis señores padres. Lo más parecido a un patrocinador que tengo. Y siempre hay que ser agradecido con quien pone la pasta :P
  • Todos aquellos que han compartido algún entrenamiento conmigo a lo largo de estos meses. Espero no dejarme a ninguno: Alejandro, Asun, Espe, Iago, Sonia y Wences. Mención especial para Rubén, quien me hizo de pacemaker en entrenamientos realmente esquizofrénicos y que tiró de mí a 4'40'' durante los primeros 20km de mi último rodaje largo de 32.5km antes de la carrera.
  • Roi. Por interesarse y pedirle a un corredor de verdad que me diese unos consejos que fueron realmente valiosos. Además hace un año comparó mi historia de cambio y redención con una trama digna del mismísimo Paul Auster. Hasta la fecha ningún comentario sobre el tema me ha hecho más ilusión ;-)
  • David, Débora, Nacho, Tere, Paola, Loure, Sonia y Jorge por compartir conmigo la tarde del domingo en el Gallego, "celebrándolo".
  • Y en general a todo el que me haya tenido que soportar durante todo este tiempo. Soy consciente de que me he puesto muy pesado con esta historia, pero la mezcla de ilusión y miedo con la que viví los días previos a la carrera y lo emocionado que estaba desde que la terminé me ha impedido hablar de algo que no haya sido el MAPOMA.


FIN ;-)

Ahora toca cuidar mis blandengues articulaciones para poder volver a disfrutar pronto de esta experiencia. Y mejorar el tiempo, ya que estamos :D

3 comentarios:

Igonzalez dijo...

> David, Débora, Nacho, Tere, Paola, Loure, Sonia y Jorge por compartir conmigo la tarde del domingo en el Gallego, "celebrándolo"

seguro ke a todos? xDxD

Lis dijo...

Hombre, ten en cuenta que lo escribí enajenado por la profunda emoción que embargaba :P

Anónimo dijo...

Pues happy anniversary y paciencia, el calendario está lleno de ratos para correr otra.

Me alegra ver que estás leyendo a Roth.

Saludos, SPJ. Buena bitácora.