lunes, 21 de julio de 2008

Un día en las carreras IV: Subida ao Aloia

¡Vaya locura!

Ésa fue la segunda frase que pronuncié sin apenas aliento tras cruzar la meta de la Subida ao Aloia. La primera fue un "gracias" a la señora que me tendió un botellín de agua. Y es que la carrera se las trae. Suponía que iba a ser dura, pero ni en la peor de mis pesadillas hubiese imaginado que tanto. Mientras nos bajaban de vuelta hacia Tui Wences y yo comentábamos que si hubiésemos hecho el recorrido en coche cuando llegamos para ver lo que nos aguardaba en lugar de irnos directamente al centro a buscar aparcamiento, nos habríamos dado media vuelta acojonados y nos volveríamos a casita sin tomar la salida en ese ascenso a los infiernos.

Llegamos a Tui a eso de las siete de la tarde para coger el dorsal sin aglomeraciones y de paso aprovechamos para hacer un poquito de turismo por el casco viejo. Tras una breve visita a la catedral para encomendarnos a San Telmo nos fuimos de terraceo a la Corredoira para tomarnos algo mientras contemplábamos el ambiente previo a la carrera. Hacía un sol de justicia y un calor que no auguraban nada bueno, sobre todo cuando la organización recomendaba por megafonía tomarse las cosas con calma porque tras el primer kilómetro y poco de llaneo nos esperarían unos siete de ascenso ininterrumpido.

Se acercaba la hora de la salida y procedimos a enfundarnos nuestros disfraces de runner. Tras los calentamientos y estiramientos de rigor Wences y yo nos separamos y ocupamos cada uno nuestras posiciones en la salida. Nuestras carreras eran muy distintas. Yo iba a intentar hacer el menor tiempo posible y de paso poner a prueba mis tobillos para ver si por fin están ya recuperados del todo, y Wences iba a intentar terminar luchando contra el resacón cansancio propio del día después a una noche de farra por Sanxenxo.

Se da la salida a las ocho y media y ya en el primer kilómetro de llaneo las sensaciones no son nada halagüeñas. Lo hago en aproximadamente 4'15'' y las pulsaciones van ya disparadas. Poco después empieza la ascensión y empiezo a preguntarme en qué momento me pareció buena idea esto. Las rampas se suceden una detrás de otra y cada vez que miro al pulsómetro sólo veo frecuencias cardíacas por encima del 95%. A pesar de ir a tope el ritmo por kilómetro es superior a seis minutos, e incluso uno de ellos me llevó la friolera de siete interminables minutos. Eso puede dar una idea de la exigencia de la subida. Y aún por encima el calor apretaba y convertía la carrera en algo casi épico.

Hasta casi el sexto kilómetro me acechaba la tentación de pararme a caminar. Parecía que en cualquier momento el corazón se me iba a salir por la boca. A partir de ahí la subida era un poco más benévola (o más bien menos maligna) y ya vi claro que podría terminar corriendo sin dejarme la vida en el intento.

Los últimos cientos de metros los hago ya entre los aplausos del público y voy esprintando sacando fuerzas de donde no las hay. Cruzo la meta con un tiempo de 50'21'', lo que supone una media de 5'47'', y con la sensación de no poder haber hecho ni medio segundo menos. 69º (de 184) en la absoluta y 23º (de 51) en mi categoría. No está nada mal para ser la primera vez y no saber exactamente dónde me estaba metiendo.

Abrazado al botellín de agua me tiro en una piedra y espero la llegada de Wences. Cuando llevaba ya un cuarto de hora esperando por él veo a una señora muy parecida a mi madre salir de un coche como el de mis padres. Resultaron ser mis padres que de paso que volvían de portugalear (qué raro en ellos) aprovecharon para pasarse por el Aloia a ver si nos veían. Así pude esperar acompañado el rato que todavía faltaba para que llegase Wences. Al final llegó casi veinticinco minutos más tarde que yo, pero con una sonrisa en la cara e infinitamente más fresco de lo que yo lo había hecho. Será cabrón :P

Tras la llegada del último clasificado empezó la fiesta post-carrera, en donde los sufridos corredores y los sufridos familiares y amigos que nos acompañan a esta panda de insensatos en nuestras insensateces dimos buena cuenta de bebidas varias, unas empanadas que no eran nada del otro mundo y unos choricillos fritos que sabían a gloria. Una vez habíamos llenado el buche mis padres nos bajaron amablemente de vuelta a Tui. Ahí nos sacamos una foto para recordar aquesta fermosa fazaña.

Estábamos muy cansados pero encantados con la experiencia. Tanto que, a pesar de todo lo sufrido en las temibles cuestas que llevan hasta la cima del Aloia, decidimos repetir el año que viene :-)

Una vez en casita duchazo, vestirse de persona normal no-runner y a salir un poquito de farra mientras el cuerpo lo permita. Que está el Meji de visita tras tres años de ausencia. Pero ésa es otra historia...

3 comentarios:

Carboanion dijo...

xD Cuando dicen que el deporte es salud, no se refieren a la salud mental, ¿no? Porque cuentas estas cosas y yo siempre pienso lo mismo: "Hay que estar zumbado"...

Lis dijo...

Efectivamente.

Cuando tienes la razón, se te da la razón ;-)

Lis dijo...

De aquellos polvos estos lodos. Correr esta carrera con la tendinitis sin curar (entre otras salvajadas) me ha llevado a la complicadísima lesión que tengo a día de hoy :(